52 años atrás, la vida se reiniciaba una y otra vez en Woodstock
Por Cris López.
Al mencionar a Woodstock seguramente lo primero que piensen es en las imágenes pobladas de montones de personas, el lodo que trajo la tormenta usado como un tobogán, la pareja de jóvenes que se conoció durante aquel festival dejando una de las fotos más representativas del fin de semana de paz y música, o quizás piensen en Jimi Hendrix tocando agresivamente el himno estadounidense, ¿pero cómo llegó a pasar todo esto y más durante un festival?
Entre 1955 y 1975 se produjo uno de los conflictos bélicos más recordados en la historia de los Estados Unidos: la Guerra de Vietnam. Lo que había empezado como una lucha en el sudeste asiatico entre las dos partes en las que se dividía al Estado de Vietnam, terminó involucrando a algunas de las potencias mundiales. Estados Unidos se posicionaba a favor del sector de Vietnam del Sur, encabezado por su ideología capitalista. El país de norteamérica enviaba tropas militares de jóvenes estadounidenses a combatir contra el sector del norte que representaba a los comunistas y estaban respaldados por China, Cuba y La Unión Soviética.
El sector del norte de Vietnam quería la unificación del país, pero tanto la parte del Sur de Vietnam como Estados Unidos, rechazaban que esto ocurriera porque temían que se produjera la amplificación del comunismo por toda la región europea. Por otro lado, Martin Luther King había sido asesinado a sus solamente 39 años por un segregacionista blanco, en 1968. El ganador del premio nobel de la paz, luchó día a día y hasta su último suspiro en aquel balcón del Lorraine Motel en Memphis, por las desigualdades raciales que se producían en su país. Su muerte vendría acompañada de oleadas de motines raciales en 60 ciudades de los Estados Unidos.
Mientras tanto, en los jóvenes estadounidenses comenzaba a resonar cada vez más fuerte la desesperación por una contracultura: un movimiento que rechazara a la cultura dominante empresarial y el status quo conservador que reinaba en el país. Así nacía en los años 60’ el hippismo, donde la vestimenta, el arte y la ideología de los jóvenes se teñían con un abanico de colores formados por el pacifismo, el amor libre, la música folk, el rock, la libertad y mucha solidaridad.
John Roberts y Joel Rosenman se conocerían en un campo de golf, a mediados de 1966. Al poco tiempo estarían compartiendo un apartamento e ideando un negocio juntos con el dinero que tenía como herencia Roberts, que pertenecía a una fortuna de adhesivos de dentaduras postizas. Todo comenzaría con la creación de “Media Sound”, un estudio de grabación en el centro de Manhattan, allí conocerían a Michael Lang y a Artie Konfeld. Lang tenía una tienda de artículos que vendía productos para el uso del cannabis en Coconut Grove, un barrio situado en Miami, Florida, que pertenecía al centro de la cultura hippie. Por su parte, Artie, era el vicepresidente del sello discográfico, Capitol Records.
El grupo tenía muchas diferencias y eran notorias: Roberts y Rosenman acababan de salir de la facultad y tenían proyectos empresariales, por otro lado, Lang y Konfeld apuntaban al espacio artístico y estaban más involucrados con el movimiento hippie. Estos últimos les habían propuesto la idea de crear un estudio en Woodstock, Nueva York, para fomentar las grabaciones de los artistas locales. Habían pensado que para inaugurarlo podrían realizar una presentación con los grandes artistas que vivían en el pueblo como Tim Hardin, Bob Dylan, John Sebastian. Pero finalmente, Roberts y Rosenman creyeron que en vez de realizar otro estudio de grabación, hacer un festival de músicos renombrados sería una mejor inversión.
En enero de 1969, mientras los cuatro de Liverpool realizaban su último concierto en aquella azotea de Apple Corps, otros cuatro jóvenes organizaban el que sería de los festivales más icónicos de toda la cultura musical. Los conciertos al aire libre habían comenzado algún tiempo atrás. El “Monterrey Pop” había tenido lugar en 1967, donde durante tres días consecutivos asistieron más de 50 mil personas para ver a bandas como The Who y The Animals. El único de los cuatro que contaba con una experiencia en la organización de conciertos era Michael Lang, quien había sugerido que además de artistas y bandas, presentarán exposiciones de arte y artesanía.
A medida que comenzaron a desarrollar el plan para darle forma a lo que sería Woodstock, los inconvenientes logísticos no tardaron en llegar. La primera opción siempre fue buscar un lugar en Woodstock, pero el pueblo que tenía menos de 50.000 habitantes, no contaba con un espacio adecuado. De está manera, tuvieron que trasladar sus ideas hacia un pueblo cercano, en Wallkill, Nueva York. Cuando ya contaban con el sí de algunas bandas e incluso muchas entradas vendidas, todo parecía ir como lo habían planeado, pero sus residentes eran muy conservadores y no estaban para nada contentos con las personas que iban a asistir al show. El ayuntamiento terminaría aprobando una ordenanza para que no pudieran reunirse más de 5.000 personas. Woodstock tenía que volver a cambiar de lugar.
¿La tercera fue la vencida? La búsqueda de un sitio ideal que pudiera soportar multitudes de personas, y tres días de música, no era nada simple. Faltaban cinco semanas y Woodstock no tenía un espacio fijo. Los cuatro organizadores viajaron por todo el Estado de Nueva York buscando un espacio adecuado, caminando, hablando con la gente, con los propietarios y hasta llegando a alquilar helicópteros. Fue así como conocieron a un granjero del pueblo de Bethel, condado de Sullivan, en el Estado de Nueva York. Max Yasgur le suministraba leche a toda la región, era conocido por todos los vecinos. Le habían contado sobre el proyecto y le había resultado muy interesante, así accedería a rentar su granja de más de 200 hectáreas. Finalmente consiguieron todos los permisos del ayuntamiento de Bethel, ahora tenían sólo cuatro semanas para construir todo lo que habían construido en Walkill en meses.
“La exposición de acuario: 3 días de paz y música”, el boca en boca y las repercusiones en los medios alternativos como “The Village Voice”, “New Musical Express” y “Melody Maker” estaban teniendo cierta influencia, los organizadores esperaban alrededor de 60.000 personas. Creedence Clearwater Revival había sido el primer grupo en firmar el contrato, después llegaron las confirmaciones de The Jefferson Airplane, Joe Cocker y Ten Years After. Algunos otros grandes que habían dicho que no eran Led Zeppelin, The Rolling Stones, The Beatles, Bob Dylan y The Doors, de todas formas el show debía continuar.
Faltaban solo tres días para el festival cuando los operadores le decían a los miembros de la organización que no llegarían con los suministros y con el tiempo disponible para terminar con toda la infraestructura. Iban a tener que elegir si darle prioridad a los escenarios, o a las vallas y las taquillas para poder vender más entradas en la puerta. Sin escenarios no habría lugar para los músicos y sin vallas, ni sitios donde comprar o pedir los tickets, entrarían todos los que quisieran. Con alrededor de 186 mil entradas vendidas a 18 dólares por persona, decidieron priorizar el escenario, Woodstock sería gratuito.
El día había llegado. 15 de agosto de 1969. La gente comenzaba a acercarse al pueblo en sus autos y los vecinos que nunca habían visto a tantas personas juntas en su ciudad, se asomaban y los saludaban. Rápidamente se produjo un tráfico masivo en el camino al predio: algunos optaban por subirse sobre sus autos y hablar con los que tenían al lado, otros bajaban de sus autos y los dejaban en medio de la carretera, de allí las imágenes de lo que parecen ser peregrinaciones hacia un Luján mucho más melódico.
El público estaba atorado y así también sus artistas, algunos teniendo que optar por la vía aérea: “A partir de ahora es un concierto gratuito, eso no significa que valga para todo. Solo que la música es gratis. Y también que las personas que organizaron esto y que invirtieron su dinero, sufrirán muchas pérdidas. No es una exageración, es la verdad. Van a salir mal parados, pero lo que eso significa es que esas personas solo piensan que su bienestar y la música son mucho más importantes que un dólar”, se escuchaba decir durante las primeras horas sobre el escenario del festival.
El cantante y guitarrista de folk, Richie Heavens fue el primero en llegar a la estancia. Si bien estaba programado para ser la quinta presentación en aquel primer día, los organizadores estaban impacientes y le suplicaron que sea el inaugurador. Richie tocó más de dos horas hasta que no tuvo una canción fuera de su lista, había hecho alrededor de cuatro bises cuando comenzó a improvisar sobre el escenario una canción basada en la melodía de «Motherless Child», el gran “Freedom” nacía sobre el escenario. No había mejor momento para describir lo que estaba pasando, Estados Unidos estaba en guerra, estaban perdiendo a muchos de sus ciudadanos, pero allí más de 400.000 personas se sentían libres.
Durante el primer día todos los puestos disponibles habían agotado los suministros de comida. Era una situación de emergencia, quedaban dos días por delante y muchas personas por alimentarse. Los vecinos del pueblo revisaban sus alacenas y se acercaban al lugar para donar lo que tenían. La gente hacía filas en los puestos para repartirse la comida y la bebida que había con quienes tuvieran al lado. La solidaridad era un bien común, de repente los presentes tenían miles de amigos con los que compartir aquel fin de semana que estaba programado para el 15, 16 y 17 de agosto de aquel 1969.
Mientras los conciertos seguían su rumbo, los efectivos policiales se acercaban para arrestar a quienes llevaban drogas consigo, hasta que se dieron cuenta que iba a ser imposible arrestar a una gran inmensidad de personas que contaban con LSD, hachís y marihuana. Los organizadores habían contratado a sus propios miembros de seguridad: el colectivo “Hog Farm” encabezado por Wavy Gravy y sus compañeros, eran un grupo poco ortodoxo que se reconocían a sí mismos como el grupo “Please Force”, en relación a sus pedidos de “por favor no hagas esto, haz esto otro mejor”.
Las necesidades estaban todas cubiertas, había baños miles de varios públicos que si bien no eran suficientes para tantas personas, algunos optaban por caminar por el campo y buscarse su lugar. Para bañarse se metían en las lagunas cercanas totalmente desnudos, a nadie le importaba lo que estaba haciendo el otro, solo iban y se bañaban. Incluso jugaban en el agua como si estuvieran volviendo a su infancia con solamente un poco de naturaleza.
Se acercaba la primera media noche del festival, y con ella la lluvia. Alrededor de la una de la mañana, Joan Báez se haría presente, quien estaba con un embarazo de seis meses en ese momento. La luz azul impactaba sobre la artista bajo ella las velas, los fósforos y los encendedores se habían acaparado de aquel instante.
El sábado había llegado y las carpas se habían multiplicado por miles, quienes se sentían mal eran atendidos por los demás, los llevaban a una carpa hasta que estuvieran mejor. La condición era que después cuidaran a los que llegarán posteriormente. El departamento de salud documentaría alrededor de 5162 casos médicos durante el festival. Los mensajes alrededor de lo que estaba pasando en el festival no hacían más que oscurecer la realidad preocupando a los familiares y amigos que estaban intentando contactarlos. Se comunicaban con los organizadores del evento, quienes subían al escenario transmitiendo mensajes cómo: “Creo que tu esposa está teniendo al bebe, por favor dirígete hacia el centro de información”.
En paralelo, el secretario del gobernador llamaba a los organizadores para decirles que Nelson Rockefeller, vicepresidente de los Estados Unidos en ese momento, estaba considerando enviar a la guardia nacional. El gabinete de Nelson se encontraba en constante comunicación y amenazaba con enviar tropas hacia Bethel ya que pensaban que era un peligro para la salúd pública. Así empezaron a aparecer helicópteros militares, sobre el escenario le avisaron a la gente que no había de qué preocuparse, que solamente estaban viniendo más personales médicos a colaborar con la situación.
Durante el segundo día, The Grateful Dead estaba pronosticado para tocar a las diez y media de la noche, pero se vieron afectados por una gran lluvia que inundó el escenario. A la gente parecía no importarle que la estancia se había convertido en una marea de lodo, no hacían más que avalancharse entre sí, como si se tratara de un tobogán inmenso. La seguidilla de artistas no haría más que mejorar, posteriormente vendría Creedence Clearwater Revival, Janis Joplin y The Who quienes harían sus grandes clásicos y serían aclamados por el público que permanecía sin dormir.
A lo largo de la mañana del domingo, el dueño del campo subía al escenario para decir: “Buenos días estábamos pensando en un desayuno en la cama para 400 mil personas”. En los puestos que había sobre el predio los miembros de Hog Farm servían avena cruda mezclada con miel, leche en polvo, nueces, cereales y pasas, los miembros de la familia de Yasgur habían proporcionado leche y yogurt. El tercer día tocaba Joe Cocker, el que sería de los actos más ovacionados, el cover de “With a Little Help From My Friends” de The Beatles, sería un gran momento recordado. Luego del show, la tormenta interrumpiría la grilla programada por unas varias horas.
Jimmy Hendrix era el encargado de cerrar el festival aquel domingo por la noche, pero la lluvia y las dificultades para poder llegar al lugar lo habían atrasado para el lunes por la mañana. La mayoría del público había comenzado a irse, algunos tenían que volver a sus casas y trabajar, el fin de semana sacado de un sueño estaba llegando a su fin. Pero frente a Jendrix quedaban alrededor de 50 mil personas. El guitarrista le pondría un sabor agrio al himno estadounidense tocándolo de una manera muy agresiva para protestar en contra de la Guerra de Vietnam. “Hey Joe” sería la canción que coronaba el cierre del evento.
El concierto había costado alrededor de tres millones para producirse y había recaudado solo $ 1.8 millones de los ingresos de la puerta. Las grandes recaudaciones llegaron con el film documental “Woodstock: 3 Days of Peace & Music” (1970), dirigido por Michael Wadleigh y con participación en la producción de Martin Scorsese. John Roberts, había invertido una gran cantidad del dinero y no saldría de la deuda que le había dejado hasta 1980, con las ganancias que comenzaron con la película que ganó el Oscar a mejor documental en 1971.
Durante tres días consecutivos la vida parecía haberse frenado para reiniciarse una y otra vez. Entre los miles de jovenes estadounidenses se reportarían nacimientos, abortos y hasta tres muertes de los presentes, dos de ellos por sobredosis de drogas y un chico que estaba durmiendo cuando fue aplastado por un tractor de la zona. Entre 400 mil y 500 mil personas fueron parte de aquel momento histórico: se habían producido a pesar de la tormenta unos 33 conciertos con éxito y la demostración de que miles de personas podían reunirse sin causar ningún escándalo: “Creo que ustedes le han demostrado algo al mundo, no solo a la ciudad de Bethel o al condado de Sullivan o al Estado de Nueva York. Le demostraron algo al mundo, y lo más importante que han demostrado es que medio millón de chicos, y los llamó chicos porque tengo hijos que son mayores que ustedes, que medio millón de jóvenes pueden reunirse para tener tres días de música y diversión. Y nada más que música y diversión. Que dios los bendiga por ello”, dijo sobre el escenario Max Yasgur -dueño de la estancia- en aquel fin de semana.
Cris López /twitter: @ccris_lopez /instagram: @crisrlopez_